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22 Julio, 2020

Tras las huellas de un gran innovador

Nota

A 500 años del fallecimiento de Leonardo Da Vinci, algunas rutas para repasar su vida, conocer su obra y acceder a su legado.

Es el arquetipo de lo que se denomina “hombre del Renacimiento”. Destaca por sobre el resto de su generación en innumerables talentos. Es uno de los artistas plásticos más brillantes que se recuerden y legó a la humanidad una serie de inventos que marcaron la evolución de la civilización tal como la conocemos, la mayoría de los cuales debieron esperar siglos hasta que estuviera disponible la tecnología necesaria para que puedan ser convertidos en productos. Es, a todas luces, el gran innovador transversal, el hombre que sentó las bases para el desarrollo de diversas industrias, desde la ingeniería hasta la mecánica, desde la medicina hasta la gastronomía y, por qué no, también de la tecnología. De hecho, las áreas de IT de las compañías deberían tenerlo como fuente permanente de inspiración. Este año se cumplen 500 años de su fallecimiento, lo que representa para los viajeros una excelente excusa para recorrer su huella por el mundo.

Nacido en Anchiano, un pequeño pueblo a tres kilómetros de Vinci, Italia, en 1452, Leonardo dejó bocetos a partir de los cuales pudieron construirse el helicóptero, el paracaídas, los equipos de buceo, los puentes giratorios o los vehículos blindados. Su genio fue anticipatorio en términos de centurias y su inventiva no conoció límites –ni tecnológicos, ni culturales–. Su talento desmedido lo colocó en el sitial de la trascendencia, destinado a muy pocos mortales. Si como muestra basta un botón, consideremos que, independientemente de que en el Museo del Louvre, en París, haya más de 35.000 obras, el pasillo más concurrido –y el único abarrotado, porque el cuadro es más pequeño que lo que el imaginario popular cree, y acceder al gesto de la Mona Lisa en todo su esplendor requiere de cierta cercanía– suele ser el de la sala seis del primer piso: la que alberga en una de sus paredes, recubierta con un cristal blindado que la protegió de una taza de té hace arrojada por una turista rusa ya diez años, a La Gioconda, tal vez su obra más famosa, aunque en el mismo edificio se conservan Baco, La virgen de las rocas o San Juan Bautista, entre otras.

El arte, su pincelada menos conocida

Escapar de su arte –pintura, escultura, dibujo– no es tarea sencilla: sus piezas magistrales –muy pocas llegaron hasta la actualidad– están distribuidas por algunos de los principales museos del mundo, desde el Museo del Hermitage en San Petersburgo, en Rusia, hasta la Alte Pinakhotek, de Múnich, en Alemania, y desde el Museo de Bellas Artes de Budapest, Hungría, hasta la National Gallery de Londres, en Reino Unido, o su homónima de Washington, en Estados Unidos. La lista es arbitraria y necesariamente incompleta. Por supuesto, este efecto presencial se multiplica en Italia, donde su trabajo está repartido entre los Museos Vaticanos (San Jerónimo penitente, inconcluso), Roma (La Virgen y el Niño Jesús con San José, en la Galería Borghese), Florencia (Bautismo de Cristo, en la Uffizi, cuyas filas para el ingreso pueden generar un desánimo al que hay que sobreponerse: de verdad vale la pena) y, por supuesto, Milán, donde trabajó durante años al servicio del duque Ludovico Sforza.

Las visitas a la Pinacoteca Ambrosiana y al Castillo Sforzesco son “obligatorias” para cualquier persona que llegue hasta la capital mundial de la moda. Allí, respectivamente, se topará con Retrato de un músico y Sala delle Asse. La maravilla que alberga la ciudad es más difícil de hallar: La última cena, en la iglesia Santa María delle

En el Parque Montececeri, cerca de Florencia, ocurrió una de las grandes proezas de la historia de la innovación: Leonardo probó por primera vez su máquina voladora.

Grazie y considerada una obra maestra de la perspectiva, está severamente deteriorada, a pesar de la restauración meticulosa que se le hizo hace ya 20 años. Por lo tanto, las visitas están restringidas y es imprescindible reservar previamente vía internet: sin anticipada, no hay paraíso. De todas formas, las localidades escasean desde varios meses antes y, quien accede, tiene un máximo de quince minutos para apreciarla.

En diversos museos pueden probarse prototipos funcionales de sus inventos, el Leonardiano de Florencia, el Leonardo 3 de Milán y el Da Vinci Experience de Roma son algunos de ellos

El hombre de Vitruvio, uno de sus dibujos icónicos que lleva como subtítulo “estudio de las proporciones ideales del cuerpo humano”, se conserva en la Galleria dell’Accademia, junto al puente de madera homónimo que cruza el Gran Canal veneciano. Aquí la odisea es aún más compleja: para conservarlo, se expone al público raramente. La última vez que se tiene registro fue en 2015, en la Exposición Internacional de Milán. El Museo Ideale Leonardo da Vinci, de Florencia, se valió por su parte de los recursos multimediales para dar vida a parte de la obra pictórica oculta o desconocida del artista.

El origen de todo

Quienes estén interesados en su historia pueden acercarse a su pueblo natal, Anchiano, donde se instaló un museo en la que se estima que fue donde vivió el pequeño Leonardo. La casa es humilde, pero en su interior esconde una sorpresa que parece ideada por el propio inventor: una imagen holográfica de sí mismo para dar la bienvenida a los visitantes. Tanto aquí, como en el Museo Leonardiano de Florencia, en el Leonardo 3 de Milán y en el Museo Da Vinci Experience de Roma, algunos de los artefactos pueden verse (y probarse). Este último, ubicado a metros de la Piazza del Popolo, genera una baja expectativa desde el exterior: es una puerta mínima que más parece la entrada a una de esas galerías del terror que se pusieron de moda a fines de los ’80 que a un museo interesante.

Sin embargo, una grata sorpresa espera del otro lado: por un puñado de euros, el visitante se pone en contacto con prototipos funcionales de muchas de sus creaciones más geniales. La primera sala está dedicada a su artefacto volador, la segunda a sus máquinas de guerra, la tercera a sus instrumentos de perspectiva para sus tareas artísticas –muchos de los cuales son considerados antecedentes de la fotografía y el cine– y la cuarta, a objetos de la vida cotidiana, que van desde una excavadora hasta cadenas para la bicicleta.

Se e atribuye la base de inventos como el helicóptero, el paracaídas, los equipos de buceo, los puentes giratorios y los vehículos blindados

Belmond Villa San Michele, en Fiesole, a unos quince minutos de Florencia, tiene una atmósfera mágica desde la propia fachada: es obra de otro genio, Miguel Ángel, que la construyó para el antiguo monasterio franciscano que funcionó en estas tierras.
Es, tal vez, uno de los pocos hoteles con tumbas en su interior: quedaron en el espacio que solía ser la capilla, hoy parte del lobby. Desde sus terrazas, las vistas de Florencia parecen pinturas perfectas. Y en el bosque posterior, conocido como Parque Montececeri, ocurrió una de las grandes proezas de la historia de la innovación: Leonardo probó por primera vez su máquina voladora.

La ingeniería, la pasión que lo hizo volar

El hotel organizó una experiencia especial para recordar ese momento: una caminata por la madrugada hasta el punto exacto del que Leonardo intentó ese despegue inicial de la aeronavegación humana –donde hay un monumento conmemorativo–, durante la cual se atraviesan nada menos que diecinueve canteras históricas de pietra serena, la piedra de arenisca gris preferida por los artistas del Renacimiento para sus obras.

En la cabecera de su cama en el castillo donde falleció el 2 de mayo de 1519, en Francia, había un retrato de la misma mujer que utilizó como modelo para la Gioconda

Este mismo hotel creó un menú específico basado en otro de los grandes talentos de Leonardo: la cocina. Hacia el 1480, cuando aún no había dado al mundo sus obras más famosas, entre las funciones que cumplió para los Sforza se cuenta la de “Maestro de Banquetes”: era responsable de elegir la comida que degustaría la familia.

Su afán innovador se plasmó también en este campo: experimentó con hierbas y especias como cúrcuma, azafrán o semillas de amapola, promovió el consumo de ensaladas, verduras y comidas saludables y, por supuesto, inventó artilugios para incrementar las eficiencias gastronómicas, como un aparato para fabricar espaguetis o un cortador de huevos. Sus Notas de cocina llegaron hasta nuestros días y pueden conseguirse en diversas ediciones.

Quienes quieran acceder al sitio donde transcurrió sus últimos días deberán trasladarse a Francia, más precisamente al Castillo de Clós-Luce, donde el genio falleció el 2 de mayo de 1519. En la cabecera de su cama, accesible al público, había un retrato de Lisa Gherardini, esposa del marqués de Giocondo. La omnipresente Mona Lisa marcó no solo su vida, sino también su muerte

 

Salvator Mundi, descubierta en 2005 en una venta de garaje en Nueva Orléans y adquirida por menos de US$10.000, recibió su crédito de autenticidad en 2011 por parte de la National Gallery y fue vendida por más de US$450 millones, la cifra más alta pagada hasta el momento por una pintura. Durante los preparativos para su exposición con motivo de los 500 años del fallecimiento del autor, el Louvre puso en duda que fuera un trabajo solitario de Leonardo, lo que podría generar una devaluación de la pieza.

El Codice Leicester es el único manuscrito de Leonardo que no se conserva en un museo europeo. Expuesto en los Uffizi, Florencia, fue adquirido en 1994 nada menos que por Bill Gates, que pagó por él una cifra equivalente en la actualidad a unos US$60 millones.

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