01 Agosto, 2020
La necesidad de apostar por una economía sustentable
En términos de sustentabilidad, el modelo lineal no es eficiente: tanto los recursos como la energía necesarios para los esquemas de producción se obtienen del planeta, que es un ecosistema finito, y si bien existe una regeneración parcial, no cubre la totalidad de lo extraído. “De las 60.000 toneladas de materias primas que se extraen al año se recupera apenas la mitad y algo similar ocurre con la energía”, remarcó Berisso, quien ofreció otros datos alarmantes. “Durante la producción se aplican y se generan alrededor de 100.000 elementos químicos tóxicos diferentes: sólo Estados Unidos emite 200.000 toneladas anuales de químicos a la atmósfera”, aportó.
Otra característica del modelo lineal es que cuanto más se repite, más exitoso es: “más consumo significa mayores niveles de rentabilidad, más empleo y un incremento del PBI, lo que redunda en que todos están felices desde el punto de vista económico”, aclaró Berisso. Esta abundancia produce a su vez acumulación. “Se estima que en un período de seis meses de desecha el 90% de los productos que consumimos”, indicó la especialista. El dato es apenas la punta del iceberg: por cada bolsa de basura que se tira relacionada con un producto, ya se desecharon siete durante el proceso de producción. El porcentaje anual de productos reciclados, si bien está en aumento, aún no alcanza el 20% del total.
Tanto durante la producción como durante el consumo se emite también dióxido de carbono. “Para dimensionar el impacto que se genera en la atmósfera, este sistema produce calor por segundo equivalente a cuatro bombas atómicas”, graficó Berisso.
La biocapacidad global, es decir la capacidad de los países de aportar recursos biológicos para alimentar este proceso, va en descenso. Si bien hay países con superávit, en especial en América del Sur, África, parte de Asia y Canadá, las naciones con déficit son cada vez más. En el medio, crece la población mundial: los 2.440 millones de habitantes de 1950 son hoy 7.790 millones. “Si seguimos con estos hábitos de consumo, se estima que el déficit de biocapacidad en 2050 va a ser tal que van a ser necesarios tres planetas para satisfacer la demanda”, explicó Berisso, quien asegura que cada vez hay más consumidores conscientes que se hacen preguntas clave. “Antes sacaba alegremente la basura todos los días sin preguntarme adónde iba o compraba un producto de dos dólares sin cuestionarme cómo se había repartido esa cifra a lo largo de una cadena de valor inmensa que tal vez había empezado con unos trabajadores precarios en China”, ejemplificó. “Muchos trabajadores agropecuarios reciben muy poco dinero por su esfuerzo y terminan desplazándose a las ciudades, alimentando el hacinamiento y las malas condiciones de vida”, aportó.
En la segunda parte, Berisso se concentró en lo que denominó las “buenas noticias”. “La sustentabilidad tiene como objetivo garantizar los niveles de bienestar de las actuales generaciones sin comprometer los de las próximas”, definió. “Hay más consciencia y más información de que el planeta tierra funciona según un flujo cerrado en el que todo se recicla o se transforma, no hay linealidad ni desperdicio, todo es insumo o alimento para otro organismo”, agregó.
En base a esto se impone en la agenda la llamada “nueva economía” o “economía circular” que, como toda transformación, plantea desafíos y cambia paradigmas. “Hay que pensar otra manera de extraer las materias primas y la energía para producir, sabiendo que no hay más espacio para desechos, que todo lo que utiliza se tiene que volver a incorporar en el ciclo”, dijo Berisso y llamó a imaginar los nuevos procesos desde el mismo momento del diseño.
En este sentido, las energías renovables avanzan a paso redoblado y las empresas socialmente responsables crecen día a día, aunque aún no en la escala necesaria. “La velocidad del avance no mitiga el impacto: hacen falta acciones contundentes, una revolución en la manera de pensar la producción, el diseño de productos y hasta el consumo”, apuntó Berisso, quien luego enumeró los desafíos de la economía circular: “medir los flujos de materiales para entender el ciclo de producción y que se realimenten, cruzar insumos de diferentes ciclos (lo que es residuo en uno puede ser materia prima para otro), examinar marcos regulatorios (incluso en temas como las fechas de vencimiento obligatorias, que nos llevan a tirar productos que aún sirven) y, por supuesto, generar incentivos para empresas y economías verdes”.
Las iniciativas abundan y van desde el plan de acción de economía circular de la Unión Europea de 2015 que apuntó a reducir un 70% las emisiones y un 65% los residuos urbanos hasta los 17 objetivos de desarrollo sustentable de la ONU, que tiene cada vez más empresas trabajando en el tema. “No hace falta cumplir con todos, sino que actúan como drivers para definir una estrategia de sustentabilidad”, indicó Berisso y destacó casos de compañías en el país como Sancor (trabaja con seis), Cervecería y Maltería Quilmes (9) o Banco Galicia (12).
“El abordaje tiene que ir por el lado de generar empresas de triple impacto: no hay que pensar en elegir entre rentabilidad, ambiente y sociedad, sino en satisfacer los tres”, explicó Berisso. Ya existen certificadoras de organizaciones de triple impacto, como Sistema B. En Argentina hay 63 empresas que ya cumplieron los requisitos. “Los puntos a tener en cuenta van desde la inclusión de trabajadores vulnerables hasta el cuidado del impacto ambiental, pasando por la selección de proveedores que suscriban a estructuras de comercio justo”, afirmó Berisso.
El ecosistema comienza a completarse: cada vez más inversionistas valoran y priorizan las estrategias sustentables o circulares para elegir dónde poner su dinero, mientras que los consumidores se vuelven más y más responsables. “Un 73% de los millenials pagaría más por un producto que sabe que se fabricó de manera sustentable, un 89% de los consumidores totales está preocupado por la protección del planeta y un 79% dice estar cuidando el impacto personal que genera”, indicó Berisso.
Como reflexión final, la especialista dejó una pregunta: ¿Cómo podemos aprovechar el poder de los negocios y su capacidad organizativa para resolver problemas ambientales y sociales y promover el desarrollo sostenible?
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